Wagner en las riendas: el Sahel cabalga rápido hacia el abismo.
Desde 2021, el Sahel ha sido escenario de una ola de francofobia y de una búsqueda de independencia que ha desatado revueltas y cambios de régimen. En este contexto, el grupo Wagner ha llenado el vacío dejado por Francia, pero su llegada ha intensificado la violencia, alimentando una crisis que amenaza cualquier aspiración de estabilidad en la región.
A partir del 2021, una ola de francofobia, ansias de cambio y verdadera soberanía, inundaron la región del Sahel y, en su paso, desencadenó insurrecciones, persecuciones, golpes de estado, cambios de regímenes y, en algunos casos, incluso, la expulsión de la antigua ex-metrópoli del país. Si bien, esta representaba una garantía de seguridad y estabilidad, aunque endeble; su actitud paternalista y motivada por intereses propios, fundamentada en un discurso idealizado e irrealista, que asume una supuesta admiración y deuda patrimonial de las ex-colonias hacia “La Madre Francia”, mayoritariamente rechazado en la región provocaron que, oportunismos e intereses particularistas locales, junto a grupos extranjeros que respondían a un contexto geopolítico mayor, utilizaran la presencia francesa como cabeza de turco, redirigiendo contra ella todo el genuino malestar general, en aras de hacerse con el poder.
Uno de los principales instigadores y beneficiarios de esta ola ha sido el grupo Wagner, quien ha aprovechado el vacío en la oferta de seguridad regional por la expulsión de Francia para presentarse a los gobiernos locales, incapaces de contener y frenar a grupos rebeldes y fundamentalistas, como una nueva y más eficaz alternativa, con los beneficios económicos y repercusiones en el equilibrio geopolítico global que ello representa, y más aun con el conflicto de Ucrania todavía activo.
Sin embargo, Wagner no es Francia, y sus métodos no solo son más violentos, sino que han resultado más inefectivos, sembrando en la región una oleada de violencia e inestabilidad. En Níger, el número de víctimas por ataques yihadistas se ha incrementado en un 48%, en Burkina Faso se ha doblado con 7.762 víctimas; Mali ha sufrido un 67% más de atentados, y la pérdida de la región de Menaka a manos del Estado Islámico, además de la trágica masacre de Moura, en marzo de 2022, donde más de 300 personas fueron asesinadas por las fuerzas malienses apoyadas por Wagner. Nigeria y Chad han experimentado un incremento en la letalidad de los ataques, junto a un resurgimiento de secuestros y ataques a civiles por parte de grupos yihadistas. Además, se han documentado ejecuciones extrajudiciales y otros abusos a población civil tanto, en el Sahel como, en regiones fuera de él, donde Wagner también opera, como la República Centroafricana.
La danza de la desesperación sigue y parece que seguirá por más tiempo en el Sahel; el colonialismo se retira, y las promesas de Wagner se tornan en nubes de violencia que ensombrecen cualquier atisbo de estabilidad y soberanía.