Construyendo Puentes o Cadenas: La Dualidad de la Inversión China en África

Hoy, China, a pesar de su lejanía, diferencias culturales y ausencia de un pasado compartido, se constituye como uno de los socios clave y de futuro más prometedor en el continente africano

Las raíces de esta relación se plantaron en las décadas de 1960 y 1970, cuando China, en plena Revolución Cultural y en un contexto de Guerra Fría a la par que retirada de las antiguas potencias colonizadoras, se ofrecía como un aliado en la lucha contra el colonialismo. Este período, aunque limitado en términos de intercambio económico, sentó las primeras semillas de lo que se convertiría en una colaboración más robusta.

A partir de los años 80, con la apertura económica de Deng Xiaoping, el dragón de Jade comienza a despertarse de su letargo y alza la mirada hacia los nuevos mercados y recursos africanos. Sin embargo, no es hasta el año 2000, con la creación del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), cuando la potencia asiática emprende su vuelo por el vasto continente africano y, en su volar, construye carreteras, universidades, puertos; realiza grandes inversiones en sectores estratégicos y otorga generosos préstamos.

No obstante, el impago y  la acumulación de deuda, sombras de estos grandes proyectos, ponen en jaque a los gobiernos africanos. Quienes, con sus economías cernidas por el dragón dorado, no tienen otra opción que saldar esas deudas, a costa de concesiones en otras áreas que comprometen su autonomía local. Resultando una paradoja, en donde el acceso a recursos y financiamientos, lejos de empoderar a los estados africanos, puede, irónicamente, erosionar su capacidad de soberanía.

 Esta preocupación ha cobrado especial relevancia en el Foro de Cooperación entre China y África de Septiembre de 2024, donde los líderes africanos enfatizaron su interés en establecer relaciones más bilaterales y recíprocas. Bajo un marco de  cooperación que, no solo priorice la inversión, sino que también fomente la construcción de alianzas que promuevan la transferencia de tecnología y el fortalecimiento de capacidades locales, elementos esenciales para asegurar que el crecimiento económico no derive en una nueva forma de colonialismo.

 Aún conscientes de los riesgos que enfrentan, muchos gobiernos de la región siguen atrapados por el atractivo de promesas de grandes proyectos de infraestructura. Así, el anhelo de desarrollo inmediato amenaza con socavar la soberanía que tanto desean preservar.